Por Rita Míguez de la Iglesia, presidenta de ANMUPESCA
Durante siglos, las mujeres de la pesca hemos permanecido ocultas a la sociedad y lo hemos hecho no solo por desempeñar tareas que no se consideraban importantes para el desarrollo de la actividad pesquera, sino simplemente por ser mujeres. Nuestra labor se escondía detrás de la figura masculina que siempre ha sido referente en nuestro sector.
A lo largo de la historia, muchos textos literarios hablan de las mujeres que miraban al mar anhelando la llegada de su amado recitando poemas de amor o de amigo, o de mujeres viudas de vivos y de muertos, que esperaban la vuelta de sus maridos de las faenas del mar o el retorno de los países a los que habían emigrado.
Seguro que en esas épocas, las mujeres de la pesca no solo se relegaban a estos papeles, sino que simplemente eran desconocidas para la sociedad. Ese desconocimiento de nuestra actividad ha continuado prácticamente hasta la actualidad, pero es cierto que esta situación ha cambiado en los últimos años.
Las mujeres formamos parte de la actividad de la pesca desde hace muchas décadas y somos protagonistas indiscutibles de muchas de las faenas que la rodean. Rederas, mariscadoras, neskatillas, comercializadoras, empacadoras, trabajadoras de conserveras, armadoras, biólogas, administrativas, etc… podríamos seguir enumerando profesiones que hoy en día no se entienden en otros ámbitos que no sea el pesquero y todas ellas son desarrolladas por mujeres.
En España, trabajamos en el sector de la pesca unas 60.000 personas, de las cuáles, alrededor del 16% somos mujeres. Por comunidades, Galicia es la que registra el mayor número de trabajadoras y trabajadores, con más de 20.000 profesionales, de los que 1 de cada 4 somos mujeres. En este indicador, le siguen Madrid, Comunidad Valenciana y las Islas Baleares.
Nuestro trabajo siempre ha estado en un segundo plano, aun sabiendo que nuestra labor es fundamental para el desarrollo de la actividad pesquera y siempre la hemos desarrollado de un modo individual, concibiéndola como una actividad complementaria de las rentas familiares.
Sin embargo, sucesos como el Prestige marcaron un antes y un después en nuestra forma de concebir nuestras tareas. Sirvieron para ver que a título individual no conseguiríamos nada y que solo desde la unión alcanzaríamos la fuerza necesaria para dignificar nuestras profesiones y convencer de papel que desempeñamos en este sector.
Pronto surgieron asociaciones de rederas y se consolidaron las de mariscadoras y otras profesiones para crear el germen de un movimiento asociativo que daría lugar a la constitución en 2016 de Anmupesca, la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca, una entidad integrada por treinta asociaciones repartidas en seis Comunidades Autónomas –Galicia, Asturias, Cantabria, Comunidad Valenciana, Andalucía y Madrid-, que tiene entre sus objetivos la visibilización del papel de la mujer en la pesca y la dignificación de las tareas profesionales que desarrolla.
A lo largo de estos tres años hemos ido dando pequeños pasos, pero seguros. Pasamos de ser doce asociaciones fundadoras a las treinta de la actualidad, aglutinando 15.000 socios y socias. Además, estamos entrando en órganos de toma de decisiones importantes para nuestro sector y para nuestra sociedad, como los consejos autonómicos de pesca y de igualdad.
Entre nuestros objetivos están la revisión de los coeficientes reductores para todas las profesiones de las gentes de la pesca y la equiparación y reducción de desigualdades por cuestiones de género; el reconocimiento de enfermedades profesionales, la falta de relevo generacional en algunas ocupaciones y la reducción del IVA del pescado para fomentar una dieta saludable y rica en este tipo de productos, entre otros muchos.
Sabemos que no son proyectos a corto plazo pero poco a poco vamos avanzando en estas direcciones. El planteamiento del Ministerio de Trabajo de realizar la tramitación de oficio para que el colectivo de las rederas tengan coeficiente, una de las únicas profesiones del mar que aún no lo tiene, es un logro que compartimos con nuestras compañeras, que vienen luchando por esta prestación desde hace más de 15 años.
Pero además, tenemos que avanzar en liderazgo, tenemos que autoformarnos para autoconvencernos de que somos capaces de defender nuestros intereses, de que seremos escuchadas allí donde queramos hablar y participar, porque nadie mejor que nosotras conoce los sinsabores y las alegrías que nos dan nuestras profesiones.
Y la verdad es que ganas no nos faltan. Somos parte fundamental del sector por nuestro trabajo, por nuestro conocimiento del mismo y por nuestra experiencia; pero también lo somos porque, en muchos casos, somos las que confeccionamos los menús diarios de nuestras familias, por lo que nuestra presencia en la cadena de producción de la pesca aún se incrementa en más eslabones.
Todos ellos son demasiados motivos para que ahora se nos niegue un papel y una posición que estamos llamadas a ocupar en las decisiones de iniciativas que nos afectan directamente. Y nosotras, las mujeres de la pesca, estamos obligadas a asumirlos por reconocimiento y agradecimiento a las que nos precedieron, pero sobre todo por compromiso, experiencia y responsabilidad.
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Imagen: Viveiro, Lugo. (Archivo ADECES)