Por Carmela Curva
Como decía Schopenhauer “La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada”.
Uno de los objetivos de la salud es la prevención, que mediante distintos programas proporciona el acceso a pruebas que facilitan un diagnóstico y tratamiento precoz, y reducen el gasto sanitario.
En el mes de mayo recibí una carta de la Consejería de Sanidad informándome del programa “Prevecolon” y recomendándome que aceptara la invitación que me realizarían mediante una llamada telefónica para participar en el programa.
Un mes después recibo una llamada del servicio de gestión de citas de la comunidad preguntándome si quiero participar en el programa, no me lo pensé dos veces y confirmé mi participación. La teleoperadora me remitió a mi centro de salud para recoger el kit colector para hacer el test, tres días después entrego la muestra en mi centro de atención primaria.
A mediados de junio me llaman del servicio de gestión de citas para informarme que mi médico de atención primaria (MAP) ya tiene los resultados de la prueba y me dan una cita para que vaya a recogerlos.
Y así llegamos al 25 de junio, entro en la consulta y mi médico me comenta que el test ha dado positivo, por lo visto el rango de normalidad oscila entre 0 y 116,9 ng/ml y mi prueba reflejaba 208. Con toda la tranquilidad del mundo me indica que va a solicitar una colonoscopia para averiguar a qué se deben esos niveles de sangre que había en la muestra. Mientras con una sonrisa me dice “tu tranquila pueden ser hemorroides, pólipos…y si es algo más grave es importante llegar a tiempo”.
Salgo de la consulta con una sonrisa, después de 35 años luchando contra el estreñimiento, no es la primera vez que las heces con sangre aparecen en mi vida, pero como dice mi MAP: si es algo importarme es mejor llegar a tiempo.
Esa misma tarde me llaman del servicio de citas para informarme del día, hora y lugar donde me realizarán la colonoscopia.
Después viene la preparación para los días previos a la prueba: la comida ligera (leche y yogur natural desnatado, queso fresco…), y el día antes de la prueba solo líquidos (agua, infusiones…).
Para terminar la limpieza intestinal, yo más que limpia estaba reluciente, llegan los dos sobres que tienes que tomarte para finalizar el proceso.
No voy a entrar en detalles escatológicos, pero después de los sobres descubres que hay un nivel por encima del reluciente.
Por fin llega el día de la prueba, me dirijo al Hospital Clínico con mi compañero, la sala donde se entrega la cita estaba llena, y mientras me llaman pienso “que suerte disponer de una sanidad pública”. Miles de profesionales que cuidan de nosotros a pesar de los recortes, de las agresiones que sufren…somos muy afortunados de contar con ellos, deberíamos cuidarlos más.
Ha llegado el momento, una enfermera me dirige a una salita mientas me va haciendo preguntas sobre la preparación y firmo el consentimiento informado.
Me tumbo en la camilla, me ponen la vía y me dicen “vamos a empezar”. Cuarenta y cinco minutos después me despierto y veo la cara de mi compañero.
Todo ha salido bien, solo han visto mis hemorroides internas congestivas, esas que me llevan acompañando buena parte de mi vida.
Salimos del hospital y nos vamos a celebrarlo, hay que disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Mientras vamos andando me siento una mujer orquesta, quienes se hayan realizado la prueba sabrán el porqué, y me reafirmo en mi postura de que es imprescindible más inversión en sanidad para investigar, prevenir, tratar…