Por Carmela Curva
Todo empezó de la forma más sencilla, una mañana te levantas con un ligero dolor de espalda y decides que va siendo hora de cambiar ese colchón cuyo relieve se parece a los Picos de Europa.
El último fin de semana de noviembre mi compañero y yo nos acercamos a una de las tiendas que tiene Conforama en la zona sur de Madrid. El trato de la dependienta que nos atendió en la sección de colchones fue exquisito, nos explicó las características de cada colchón, sus ventajas e inconvenientes…durante media hora recibimos un máster de calidad y precio sobre colchones.
Tan fabuloso fue el trato y la cooperación que al final cogimos una oferta que incluía colchón y canapé. Cuando fuimos a formalizar los datos para la factura la dependienta nos informó que el transporte y montaje eran gratuitos, pero no retiraban el canapé y teníamos que abonar 10€ para que se llevaran el colchón.
También nos comentó que el pedido lo recibiríamos en 15 o 20 días hábiles y que antes de enviarlo nos avisarían con 24-48 horas de antelación.
Una vez formalizado el trámite, nos da la factura y nos dice que la paguemos en caja. Y aquí viene la primera sorpresa, teníamos que pagar el total de la factura. Me pareció raro, dos años antes habíamos comprado en una tienda del barrio un mueble para el comedor y al encargarlo dimos una señal y el resto cuando lo montaron en casa.
Pagamos y salimos tan contentos pensando que para finales de año estrenaríamos canapé y colchón.
El lunes por la mañana me puse en contacto con la Asociación Remar (que por cierto, hacen un trabajo extraordinario), les comenté que iba a cambiar el canapé y si les podía interesar, vinieron a verlo y solo me pusieron como condición que les avisara con 24 horas de antelación.
Ya tenía todo organizado.
Pero como diría John Lennon “La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”.
Llegamos al 20 de diciembre sin señales del pedido, como en la factura facilitaban un enlace para comprobar el estado del pedido me pongo a investigar. Una investigación que arroja un resultado negativo, los únicos datos que aparecen en la web son los que están en la factura. Aprovechando que en el recibo aparece un teléfono de contacto, llamo.
Después de 15 minutos navegando por una grabación y pulsando números, me atiende una operadora que me indica que el pedido lo recibiré el sábado 29. Todavía estoy pensando de donde sacaría esa información, yo fui incapaz de verla en la web sobre el estado del pedido.
Al preguntarle a la operadora si me llamarían antes de traer el pedido, me contesta que no lo sabe, pero que va a facilitar mi teléfono a los compañeros de la tienda para que se pongan en contacto conmigo y me faciliten la información.
Pasaron las Navidades, y Reyes, y seguíamos sin tener noticias del pedido. El 8 de enero vuelvo a llamar al teléfono que facilitaban en la factura, después de navegar por una grabación, pulsar una serie de números y escuchar 12 minutos de maravillosa música clásica, una grabación me comunica “nuestras líneas están ocupadas, indique su teléfono de contacto y le llamaremos”.
En este punto mi confianza en recibir el pedido estaba bajo mínimos.
El sábado pasado, después de 50 días de haber realizado la compra nos acercamos a la tienda, fuimos a la sección de atención al cliente y después de esperar 10 minutos le contamos nuestra situación a la dependienta. Ella con una enorme sonrisa nos dijo que no pasaba nada que fuéramos a la sección de colchones a anular el pedido y nos devolvían el dinero.
En ese momento pensé que era una cámara oculta, ¿Cómo que no pasa nada?: hemos realizado una compra hace 50 días, con unas condiciones que ellos han estipulado y nosotros hemos cumplido escrupulosamente, se han realizado dos llamadas solicitando información y no han contestado a ninguna de ellas y cuando pedimos explicaciones nos informan del trámite para recuperar nuestro dinero.
Llegamos a la sección de colchones, y casualidades de la vida, nos atiende la misma dependienta de la vez anterior. Cuando le explicamos la situación no sabía dónde meterse, aunque luego nos reconoció que no era la primera vez que le sucedía. Sin hacernos ninguna referencia de que estuviéramos a punto de recibirlo nos anuló el pedido.
Con la anulación fuimos a caja y nos devolvieron el dinero.
Cuando salíamos de la tienda no podíamos dejar de pensar que habían jugado con nuestras ilusiones, con nuestro tiempo y dinero.
Imagen archivo ADECES