¿Por qué DANZAR?

Por Belén Albert, directora de la Escuela Ananya

¿Por qué necesitamos la Danza? Creo que esa pregunta la tiene en su mente mucha gente, tanto si siente la necesidad de bailar, y no sabe explicar esa sensación en palabras, como los que no la tienen y se preguntan qué beneficio puede tener la Danza para ellos o para sus hijos.

Muchos estudios consideran que la Danza es una necesidad humana, que tiene el hombre desde sus orígenes como un medio de expresión que permitía conectar con algo que estaba más allá y que no podían comprender de manera racional. La Danza era el medio por el que lo espiritual y lo material se conectaban. Otros consideran que es un beneficio puramente físico que provoca la liberación de la “hormona de la felicidad” proporcionando una sensación de placer. En mi caso, y como creo que muchos entendemos la Danza, va mucho más allá.

Comencé a descubrir la Danza con 5 años, y siendo tremendamente tímida, me di cuenta que no me gustaba el escenario, pero sí el expresarme a través de ella y el disfrute que me proporcionaban tanto la música como el movimiento que acompañaba. Me encerraba en mi cuarto y podía bailar durante horas, sólo por el mero placer y el disfrute que sentía al bailar. En ese momento, no era capaz de expresar racionalmente por qué me gustaba tanto bailar, como hoy en día le puede pasar a mucha gente, pero el tema era que no podía vivir sin la Danza.

A lo largo de los años, siempre estuvo la Danza presente en mi vida de alguna manera, pero nunca de manera seria, y mucho menos de forma profesional. No era algo seguro ni estaba considerado como una manera en la que te podías ganar la vida, por lo que siempre era algo íntimo y secreto. Pero en la adolescencia, comencé a entrar en una crisis en la que, como muchos adolescentes, no encontraba mi sitio, me sentía diferente, y lo que se consideraba “políticamente correcto” me atrapaba. Esto me llevó a tener problemas de diversos tipos, emocionales, de autoestima, y también alimentarios.

Los años pasaron, y de forma totalmente casual llegó a mí la Danza. En un primer momento, no fue más que un pasatiempo, como lo había sido antes, pero poco a poco, empezó a convertirse en mi único foco. La Danza resultó ser la única manera en la que yo sabía expresarme, no sólo conmigo misma, sino también con los demás, y me proporcionó un entorno, una burbuja, donde por primera vez en mucho tiempo, comencé a sentirme segura y especial.

Con los años, he entendido por qué me ocurrió eso. Dejé todo lo que había construido hasta ese momento, incluido mi carrera de Derecho y ADE y comencé mi carrera de Pedagogía de la Danza Clásica y Contemporánea. Comencé a dar clase y a formarme en Danza, Expresión Corporal, Danza Educativa y Danza Terapia, entre otras cosas… sin perder de vista en ningún momento que yo quería ofrecer a muchas personas lo que la Danza había supuesto para mí: un refugio, un disfrute, un medio de expresión, un medio para conocerme a mí misma y de comunicarme con otros, entendiendo que cada uno de nosotros somos únicos y especiales por muchos motivos.

Comprendo que puede parecer típico el decir estas cosas, pero lo maravilloso de la Danza, es que realmente saca la individualidad de cada persona y la ensalza, sin quedarse solamente en la palabrería o en el juicio de lo que está bien o mal.

Este juicio, a veces, nos viene impuesto desde muy pequeños y sin darnos cuenta, porque lo que a veces no te cuentan en el colegio, es que existen diferentes tipos de inteligencia, y que por tanto, y afortunadamente, cada uno de nosotros tenemos diferentes maneras de ver el mundo. Existe, por supuesto, la inteligencia lógica y matemática, la lingüística y verbal, que son las que sobre todo se potencian en el colegio. ¿Pero qué pasa si tienes más desarrollada otro tipo de inteligencia? Muchas veces, cuando somos pequeños, nos sentimos que no somos lo suficientemente buenos solamente porque no destacamos en matemáticas, o en historia, pero no entendemos que podemos ser muy buenos en otros campos.

Existe una inteligencia musical, una inteligencia corporal y cinestésica (conocimiento del cuerpo y su correcta utilización), una inteligencia interpersonal (la habilidad de relacionarse con otros individuos), una inteligencia espacial (entendimiento del espacio próximo y distante y su utilización), una inteligencia intrapersonal (desarrollo de la autoestima, la automotivación) y una inteligencia naturalista (desarrollo de la sensibilidad y la conciencia hacia el mundo natural), que potenciadas pueden hacer que una persona tenga éxito haciendo lo que más le gusta.

La Danza desarrolla por lo menos cinco de los ocho tipos de inteligencia que existen, haciendo de esta disciplina algo fundamental para los niños pero también para los adultos, sin importar la edad que tengan, la condición física o la facilidad, puesto que debemos partir de la idea de que Danza es toda aquella expresión que parte de un movimiento y que va acompañada de un ritmo, una música o incluso de un silencio. Por ello, incluso al vivir la vida al ritmo del pulso de nuestro corazón podemos entender que estamos danzando.

Siendo más específica, la Danza aporta muchos beneficios cuando los niños y las niñas son pequeños. Desarrolla sus capacidades de movimiento, entendiendo cada parte del cuerpo de manera individual, en su conjunto y su conexión utilizándolo de forma saludable y eficiente. De este modo, los niños comienzan a trabajar la musculatura, el equilibrio, la flexibilidad… aspectos que les proporcionarán bienestar, un correcto desarrollo en su crecimiento, y ejecutando la Danza de manera correcta, les puede evitar futuras lesiones. Pero además, comienzan a desarrollar una conciencia de cuidado del cuerpo, no estética ni dentro de los cánones de belleza establecidos, sino entendiendo que su cuerpo es su mejor aliado para hacer todo aquello que quieran hacer y que por tanto, tienen que cuidarlo y mimarlo. La Danza, además fomenta la sociabilidad a través de las relaciones con otros individuos, pero sin perder el concepto de la individualidad de cada uno, y por supuesto, desarrolla la capacidad de reacción física frente a la música, con sus diferentes velocidades, tiempos y contratiempos… así como el uso del espacio, tanto el propio como el distante.

Pero algo que me parece maravillo de la Danza, es que enseña a desarrollar los estados afectivos, es decir, que ayuda a ver de forma natural las diferentes emociones utilizándolas en el movimiento. Al sentir la ira, la tristeza, la alegría… como algo natural y utilizarlas en la Danza, ya no es necesario reprimirlas hasta estallar, sino que podemos entender que tienen una utilidad y que las podemos sacar de una manera segura y sin juicios. La Danza fomenta la necesidad expresiva y comunicativa de cada persona, proporcionándoles un medio en el que a lo mejor se sienten más cómodos para expresar ideas, emociones y sentimientos a través del movimiento, que de otra forma no sabrían cómo.

Aunque parece que los beneficios que he mencionado anteriormente son para los niños y las niñas en exclusiva, no es así. Esos beneficios que aporta la Danza, son fundamentales a cualquier edad, puesto que los adultos, como los niños, también necesitamos cuidarnos. No sólo cuidar nuestro cuerpo evitando vicios posturales y lesiones provocadas por tensiones diarias, si no también emocionalmente, encontrando una manera con la que podamos expresar nuestras emociones de manera segura, relacionándonos con otras personas de igual a igual, y dejando a un lado clasificaciones.

La Danza nos convierte a cada uno de nosotros en alguien especial, y esa especialidad, al comprobar que cada uno tiene la suya, nos hace ser a todos iguales.

Por último creo que la Danza nos aporta otro aspecto tremendamente importante que cada persona tiene y que debería ser rescatado. La Danza nos permite volver a lo intuitivo, a lo instintivo, dejando la razón y la mente de lado al liberar la expresión del movimiento que sentimos en cada momento. Insisto en que la mente necesita, en algunos momentos del día dejar paso a la intuición, y descansar. La Danza es una buena manera de conseguir eso, ya que cuando nos lo permitimos comenzamos a entender que nuestra Danza no tiene por qué limitarse a “si una forma o figura es bonita a no”. La Danza nos muestra que algunas veces los pequeños gestos, los movimientos que parten de la verdad de una persona, tienen mucha más belleza y sentimiento que las acrobacias más espectaculares y pueden resultar mucho más gratificantes.

Desde mi experiencia, invito a todas aquellas personas que quieran ver la vida de otra manera, cuidarse, o simplemente disfrutar, que dancen… Nunca me canso de recalcar que NO importa la edad, ni la condición física, ni las circunstancias que nos rodean. Todos podemos bailar, y es más, creo firmemente que si todos danzásemos por la vida seríamos mucho más felices, disfrutaríamos mucho más de todo, nos relacionaríamos de mejor manera los unos con los otros y viviríamos la vida plenamente.

Escuela Ananya, Centro Creativo y de Bienestar en Madrid
www.ananyadanza.com
ananyadanza@gmail.com
Teléfono 699010234

Autor: adeces asociacion
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