Por Ofelia Tejerina, presidenta de la Asociación de Internautas
Existe la creencia generalizada de que Internet es un campo libre sin puertas, sin leyes, sin control para los menores. Pero eso no es cierto. Existen ciudadanos navegando e interactuando libremente, que deberían ser respetuosos. Existen normas que prohíben conductas y que señalan cómo perseguirlas aprovechando que la tecnología deja un rastro incluso que puede ser investigado con más facilidad que ciertas conductas que se producen en la calle. Existe tecnología que ayuda a impedir y prevenir riesgos. Existen tecnologías que pueden ayudar a repararlos, como el “derecho al olvido” o la actuación de los responsables de las plataformas sobre los contenidos declarados nocivos. Existe también la capacidad de educar en habilidades digitales. Existen ecosistemas sanos y adecuados en función de la edad del usuario.
Lo que no existe es un sustituto del tutor/educador que garantice al 100% la seguridad física y psicológica del menor. ¿Por qué hay tantos peligros y tantas dificultades para evitar esos riesgos?
En primer lugar, debemos tener claro que el entorno en el que los individuos manifiestan su comportamiento no es el peligro, lo es su comportamiento. En segundo, que siempre existe un margen de riesgo y que el objetivo será minimizarlo. Desde la intervención de la sociedad civil a las Administraciones Públicas, desde el buen uso de las aplicaciones de control parental a los límites de horario frente a la pantalla, todo ayuda. Pero no hay una única solución. Un smartphone con conexión a Internet puede ser un juguete, una herramienta útil, o un arma.
Los mayores riesgos de los menores en Internet son: el desconocimiento de normas básicas de buena conducta con otros internautas, la falta de límites, horarios conectados, el acceso libre e ilimitado a todo tipo de contenidos y la desidia de sus tutores. Como sociedad involucrada en la educación de las generaciones que serán los adultos de mañana hemos “fracasado” con Internet. Llevamos veinte años conectados y, hoy en día, aún los programas docentes de primaria y secundaria cojean, los programas universitarios ignoran estas materias, y los productores de dispositivos o responsables de plataformas de comunicación como las redes sociales o de contenidos audiovisuales no tienen en cuenta el público al que dirigen sus productos, en función de su edad. Los educadores echan la culpa a los padres y los padres a los educadores. No sabemos manejar una aplicación de control parental, pero Tinder o Facebook sin problema. Los padres de los adolescentes de hoy tienen entre 40 y 50 años, muchos llevan desde los 25 o 30 años conectados, y sus excusas ya aburren.
La Ley de Protección de Datos señala que a partir de los 14 años los menores podrán libremente prestar su consentimiento para que sean tratados sus datos, y abrir así un perfil propio en redes sociales Pero, por otra parte, el Código Civil establece que su “capacidad de obrar” (art. 162) para contratar, estará supeditada a la de los padres que ostenten la patria potestad, quienes tendrán la representación legal de sus hijos en tanto no se emancipen, (excepto para “actos relativos a los derechos de la personalidad que el hijo, de acuerdo con su madurez, pueda ejercitar por sí mismo”, entre otros). Nuestro Código Civil establece claramente que los responsables parentales intervendrán “en virtud de sus deberes de cuidado y asistencia”, y que su responsabilidad es directa (art. 1903): “son responsables de los daños causados por los hijos que se encuentren bajo su guarda”, refiriéndose a la “guarda de hecho”.
La educación en competencias digitales debe empezar desde edades tempranas si queremos que “automaticen” el buen comportamiento en su vida online. ¿Cómo decirle a un adolescente que no se sobre exponga en las redes si sus padres lo han hecho desde que era un “bebé de anuncio”?
Grooming (adultos que tratan de acercarse a los menores usando Internet para lograr de ellos imágenes de contenido íntimo y acosarles); sexting (creación y difusión de contenidos propios de carácter íntimo); ciberbullying (acoso online a terceros de su misma edad o similar); daños informáticos (ciberataques que pueden activar su cámara y micrófono, obtener datos personales, datos de cuentas corrientes, etc.); sextorsión (extorsión y amenazas por la publicación de contenidos íntimos); nomofobia (miedo a perderse algo si apagan o se alejan del móvil); ser objeto de estafas; sufrir distorsiones cognitivas (conciencia errónea de la realidad Vs. los filtros); confianza en las fake news y sus consecuencias; padecimiento y/o comisión imprudente de delitos (injurias, calumnias, inducción al suicidio…); nuevas conductas machistas entre parejas, trastornos alimentarios…
Para prevenir y proteger de estas conductas son muchas las iniciativas que existen a día de hoy, y algunas que podemos recomendar visitar son de la Agencia Española de Protección de Datos: https://www.aepd.es/canalprioritario/ para denunciar contenidos dañinos de menores y de violencia contra la mujer; de Pantallas Amigas: https://www.pantallasamigas.net/ en la elaboración y difusión de contenidos educativos en materia de redes; de Telefónica: http://www.familiadigital.net/ y del Instituto Nacional de Ciberseguridad: https://www.is4k.es/ para el mismo fin.
Todos los riesgos online, o la mayoría, requieren de una advertencia extra: intentar prevenir. No se puede hacer creer a un menor que tiene derechos y que puede ejercerlos con total libertad, si con ello les hacemos creer son “invencibles”. ¿Les diríamos que cruzasen un paso de peatones sin mirar y con los ojos fijos en el móvil porque es su derecho? ¿A alguien se le ocurre? Una vez que te hayan atropellado, por mucho que tuvieras derecho a pasar por ahí sin ser atropellado, y por mucho que tuvieras todo el derecho del mundo a que se te considere víctima y no culpable (por supuesto), lo que el Derecho no va a hacer es librarte del daño físico/moral y las posibles secuelas. Un abogado, un juez, un policía, etc., van a tratar de solucionar alguno de esos problemas. Se va a intentar con todos los mecanismos del Estado que los menores sean protegidos antes, durante y después. Se va a intentar resarcir aquellos daños que no se puedan reparar. Pero ni la ley ni los derechos nos hacen inmortales, tampoco online, nos ayudan a convivir mejor.
Imagen cedida por Ofelia Tejerina, presidenta de la Asociación de Internautas
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