Esta mañana me he levantado con una extraña mezcla de tristeza, vergüenza, alegría y agradecimiento. Es uno de esos días en los que no sabes si las cosas van a mejorar o empeorar.
Tristeza, porque en mi cabeza se repiten las palabras del Sr. Santiago Menéndez, Director General de la Agencia Tributaria. Parecen un sueño, pero son la triste realidad.
Vergüenza, porque desde la entrada en vigor de la tercera amnistía fiscal o Declaración Tributaria Especial (DTE), 197.000 declarantes han confesado tener dinero por valor 124.500 millones en 200 países del mundo. Tengo la sensación de que es más rentable pagar las multas que ser honrado.
Mientras tanto, en los presupuestos generales del estado para 2015 se destinaban 2.272.862,88 millones de euros para educación, 3.863.831,98 para sanidad, 1.944.287,35 para servicios sociales y promoción social y por ultimo 4.746.361,41 para fomentar el empleo. Total 12.827.343,62 millones de euros, y ayer nos enteramos que hay 20.000 millones declarados en Suiza.
Miedo me da descubrir lo que se oculta en los paraísos fiscales y quien lo oculta, pero es necesario saberlo. El famoso modelo 720, ya ha destapado 715, ¿Cuántos más faltan?
Tristeza y vergüenza por comprobar, una vez más, el uso arbitrario de las instituciones, algo que afectará a su prestigio y a la calidad democrática del país. Ver el reguero de explicaciones que distintos responsables públicos están dando para tratar de justificar su comportamiento en la parodia de “investigación” del caso Rato.
Mi agradecimiento a mis padres y maestros de la enseñanza pública que me dieron una buena educación, me enseñaron respeto, a esforzarme para conseguir mis sueños y a defender mis derechos, quizás eso me lleve a gritar “que vergüenza de gente”.
Lo que ustedes no han entendido, es que nadie puede quitarme la capacidad para pensar, razonar y sacar conclusiones. Después, en mayo, septiembre y noviembre me hablaran de que España se ha recuperado, de transparencia y regeneración democrática…no les extrañe que me ría.
Alegría, porque esta mañana al ver la sonrisa de mis sobrinos, me he dado cuenta de que hay que seguir luchando por una buena sanidad y educación pública, por fomentar el empleo, aumentar los servicios sociales y conservar el medio ambiente.