Fundación Vicki Bernadet: mi experiencia en la protección de la infancia frente al abuso sexual

Por Pilar Polo, psicóloga y responsable de Relaciones Institucionales

La Fundación Vicki Bernadet es una de las primeras organizaciones de todo el estado español que, en 1997 y con el nombre de Asociación FADA, inició un trabajo pionero hasta el momento, abordando la problemática de los abusos sexuales infantiles, ofreciendo un espacio de apoyo y recuperación de las víctimas.

Después de 23 años de trabajo continuado, la Fundación es en estos momentos una entidad referente a nivel estatal, con una especialización consolidada en el abuso sexual infantil abordando de manera integral la problemática, siendo este uno de sus valores diferenciales.

Así, la Fundación realiza actuaciones de prevención y sensibilización con menores y sus familias, formación a profesionales, así como también actuaciones de sensibilización de la población en general a través de los medios de comunicación, las redes sociales y diferentes campañas. Y, al mismo tiempo, atiende las demandas individuales de las víctimas y sus familias ofreciendo orientación social y psicológica, asesoramiento jurídico, terapias individuales y grupales y coordinación con otros profesionales y servicios. Esto permite abordar los abusos sexuales infantiles desde todas las perspectivas con la suficiente información, seguridad y tranquilidad de poder atender y canalizar las diferentes inquietudes y situaciones que puedan surgir. Poder trabajar desde todas las áreas a la vez nos permite avanzar día a día en el conocimiento y en la mejora de la prevención, detección y atención de los abusos sexuales infantiles y, gracias a la contribución de cada área, hacerlo con la máxima calidad e impacto posible. Los resultados obtenidos a lo largo de los 23 años de trabajo así lo avalan hasta el momento.

El alma mater de esta entidad es Vicki Bernadet, y yo tuve la suerte de que en un momento de mi vida se cruzara en mi camino, aunque en ese momento no fui consciente de lo que cambiaría mi vida.

Con 23 años conocí a Vicki Bernadet. En aquel momento, únicamente era la tía de una amiga. Una mujer genial, divertida, generosa, con la que el grupo de amigos y amigas empezamos a compartir salidas y fiestas, era pocos años mayor que yo.

Un día, de pronto, apareció en nuestra vida la palabra ABUSO SEXUAL INFANTIL, he de reconocer que era un concepto que no conocía, había oído hablar, pero,… Vicki nos juntó a un grupo de gente, y nos propuso hacer una asociación para tratar con personas adultas que hubiesen vivido un abuso sexual en su infancia, como era su caso.

Poco a poco, la asociación fue tomando forma y con muchas dificultades nació en 1997, en ese momento yo me convertí en secretaria de la misma. Los primeros años consistieron en intentar encontrar personas que creyesen en el proyecto, y darnos a conocer poco a poco.

Mi etapa profesional empezó en el año 2001. En ese momento en la Fundación había dos personas trabajando: una psicóloga y una administrativa. Yo entré como psicóloga y aquí empezó una aventura.

Sí, una aventura, porque en aquella época no había en el estado español ninguna entidad como la nuestra.

Y como la realidad de los abusos sexuales infantiles es mucho mayor de lo que todos pensamos, ya que un 20 % de la población europea ha padecido abusos sexuales antes de los 17 años, empezamos a tener mucho trabajo.

Recuerdo los primeros casos que atendí: familias con niños y niñas muy pequeños, el más pequeño tenía 4 años, donde lo que había eran sospechas, y una gran dificultad para gestionar los sentimientos ambivalentes con los que la familia llegaba, y entender la dificultad del proceso. El miedo a no ser creído, las consecuencias de la denuncia, y evidentemente las consecuencias familiares, en estos primeros casos. Comprendí que el abuso sexual infantil es un tipo de maltrato que afecta a toda la familia, ya que su estructura queda dañada, porque cuando se intenta que no quede dañada, se basa en los secretos y en los silencios impuestos, lo que ocasiona unas consecuencias muy dañinas a largo plazo.

Ser conscientes de todo lo que faltaba y de lo poco que se conocía de esta temática nos hizo pensar que nuestra experiencia en la práctica clínica de los casos atendidos debía ser transmitida y, de esta manera, empezamos a hacer formación. Nuestros servicios ya no se limitaban a la atención directa, sino que, poco a poco, fuimos consolidando el área de formación de la que yo fui la responsable. Mi otra compañera psicóloga fue la responsable del área terapéutica.

Durante estos años de trabajo, no solo he aprendido conceptos, procedimientos, y he podido aplicar estos nuevos conocimientos a las nuevas situaciones que debía afrontar, sino, y posiblemente lo más importante, me he convertido en una activista de los derechos de la infancia. Cuando te das cuenta de que eres una activista, no puedes dejar de serlo en ninguna de las esferas de tu vida, ya sean profesionales o personales, y ese cambio de mirada hacia el mundo y hacia la infancia hace que te plantees la vida y la sociedad de una determinada manera.

Estos 19 años de vida profesional en la Fundación Vicki Bernadet, han significado un gran aprendizaje y un ejercicio de invención y reinvención constante. Como he dicho, el abuso sexual infantil era un tema poco trabajado y en muchísimas ocasiones hasta hace muy poco tiempo, la respuesta cuando queríamos hacer prevención o formación en un centro educativo, era “aquí no pasa”.

Por ese motivo, para poder hacer formación, prevención y sensibilización, tuvimos que ser creativos, con proyectos que permitiesen llegar a la población infantil y conseguir que los y las profesionales referentes se formasen para poder ayudar en las posibles revelaciones de abusos sexuales que relatasen los niños y niñas con los que trabajaban.

Gracias a este trabajo, a la filosofía de la Fundación y al equipo humano con el que he compartido esta etapa laboral, he podido realizar muchas actividades que jamás habría pensado que podría hacer.

Me convertí junto con Vicki Bernadet en la cara visible ante los medios de comunicación, y descubrí que me gustaba. Empecé a trabajar con colectivos concretos: mujeres que habían padecido violencia, mujeres presas, mujeres drogodependientes, trabajadoras sexuales, agresores sexuales. Y descubrí que la escucha activa permite abrir puertas que han estado cerradas mucho tiempo y ese es el primer paso para la recuperación.

Cada nuevo proyecto significó nuevos aprendizajes y, sobre todo, la sensación de que dábamos voz a muchas personas que nunca habían hablado de la violencia vivida en su infancia. Compartir aquellos recuerdos y poner palabras a su dolor, significó darles la oportunidad de empezar a trabajar para conseguir su recuperación y su bienestar.

Estos últimos 6 años, he percibido un cambio social muy importante en Cataluña sobre todo debido al trabajo de sensibilización y visibilización de la problemática, que ha permitido que muchos casos salgan a la luz. Recordemos un gran caso mediático, ocurrido en un centro escolar de Barcelona. Hemos pasado del “aquí no pasa nada”, a ver como crecían las demandas de centros educativos, para formar al claustro de docentes, pero también para formar al resto de profesionales que pertenecen a la comunidad educativa (actividades extraescolares, mantenimiento, cocina, administración, asociaciones de familias…) y trabajo directo con el alumnado.

Todo este trabajo preventivo es fundamental porque podemos identificar y nombrar aquellas conductas que, hasta no hace mucho tiempo, nos han hecho creer que debían ser silenciadas, explicar los derechos de la infancia, y dar valor al derecho a ser escuchado y el de pedir ayuda.

Tener un colectivo formado, con una mirada de protección, incluyendo en esta protección la obligación de ofrecer ayuda, ha supuesto tener un mayor número de revelaciones y en edades más tempranas. Eso es altamente positivo, ya que cuanto más tiempo guarda silencio un niño o una niña sobre el abuso sexual que está sufriendo, más posibilidades tiene de sufrir consecuencias dañinas, también a largo plazo.

Posiblemente, si pienso en situaciones concretas que me han marcado, creo que lo más difícil que he hecho ha sido contener a un grupo numeroso de familias de alumnos y alumnas después de conocer que un profesor/monitor del centro educativo había sido denunciado por abusos sexuales a alumnos del centro. Fue como sostener una bomba que en cualquier momento podía explotar y, como profesional, tuve que ser capaz de gestionar la situación trabajando con el grupo los sentimientos que se generaron. Desde el miedo y la ira hasta la ruptura de la confianza, ya que los abusos sexuales se producen en este ámbito, el de la confianza.

Debo añadir que mi vida laboral en la Fundación Vicki Bernadet ha coincidido con mi vida como madre, y creo que las dos vidas se han retroalimentado para entender mejor a la infancia, y para pensar cómo proteger sin sobreproteger a mi hijo. Pensar cuales son los mensajes más eficaces para proteger sin asustar y entender que estar disponible es fundamental para crear espacios de petición de ayuda.

Yo creo que el abuso sexual infantil sigue siendo un gran tabú, cuesta hablar de él e incluso nombrarlo, pero ¿por qué es un tabú? Porque hablar de abuso sexual infantil es hablar de tres conceptos muy cercanos a cada una de nosotras: infancia, familia y sexualidad.

En general definimos infancia como un tiempo feliz, de juegos y de pocas responsabilidades, pero en cambio al hablar de abuso sexual infantil hablamos de infancia maltratada. Me he encontrado demasiadas veces mujeres que cuando se les pide un recuerdo feliz de su infancia no pueden relatar ninguno.

¿Y cómo definimos familia? Como un espacio de seguridad y de protección. Y en cambio sabemos que el porcentaje más alto de abusos sexuales infantiles se producen en el seno de la familia, y por tanto, la familia deja de ser un espacio seguro para ser un espacio violento y poco protector.

En cuanto a la sexualidad, creo que podemos estar de acuerdo que sigue siendo un tema tabú en sí misma. Así, seguimos teniendo debates “políticos” sobre si se debe hablar de este tema o no en el colegio. Por lo tanto, si hablar de sexualidad sana ya es un problema, como no va a serlo hablar de sexualidad abusiva.

Pero cualquiera de nosotros ha tenido infancia, ha nacido y ha sido criado y educado en una familia y tiene sexualidad, expresada de cualquiera de las maneras posibles. Trabajar en la temática del abuso sexual pide de las/los profesionales un trabajo personal muy intenso, que permite acoger el malestar de las personas y familias que se acercan a la Fundación y que a la vez te hace crecer como persona, ya que cuanto más reflexionas y aprendes sobre ti mismo, más oportunidades tienes de mejorar tu calidad de vida.

Mi aventura en la Fundación Vicki Bernadet sigue. Y yo espero crecer mucho más e ilusionarme con nuevos proyectos y no dejar de ser siempre una activista que se enfada con la injusticia que viven muchos de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Tengo claro que el día que deje de indignarme la injusticia y la violencia cambiaré de trabajo.

Hasta que llegue ese día y mientras mi estómago aguante, seguiré luchando por una sociedad más justa con la infancia y libre de violencia, sobre todo de violencia sexual.

Y buscaré alianzas para conseguir más activistas de la infancia, ya que la infancia no tiene ni voz ni voto y necesita de adultos que defiendan sus derechos.

La Fundación Vicki Bernadet siempre hará de altavoz para defender y proteger a la infancia, y yo estoy muy orgullosa de pertenecer a esta organización.

Imagen cedida por Pilar Polo

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Teléfono 933189769

 

Autor: adeces asociacion
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